Ocurre una o hasta dos veces al año que a las carteleras llega de forma silenciosa, discreta y carente de una campaña publicitaria estridente, la película que se convertirá en una de esas raras joyas cinematográficas en medio de tantas superproducciones. Así la fui a ver cuando se estrenó en Barcelona.
El Príncipe del Desierto (Black Gold), adaptación de la novela Al Sur del Corazón escrita por Hans Ruesch en 1951 y que aborda los orígenes del conflicto por el petróleo en tierras árabes, será a mi entender una joya al estilo Laurence de Arabia.
Aun cuando la historia nos lleva a conocer el momento en que el oro negro es descubierto en “tierra de nadie” (la Franja Amarilla) así como los convenientes negocios en torno a él, la película es un tratado con tintes subversivos de las motivaciones que llevan a una nación, a un grupo religioso en el poder e incluso, a miembros de una misma comunidad a librar guerras en nombre de “Dios” o de una causa que poco los beneficia.
Todo se lee a conveniencia: religión, política y economía en aquellos tempranos años del siglo XX en los Emiratos Árabes donde los emires se enfrentan constantemente por ostentar el poder de la tierra y que de forma satírica señalan: «Algún día nos reiremos al pensar que hemos hecho la guerra por este puñado de tierra».
La película es sólida en contenido: crítica en los momentos justos, delirante en los momentos de acción, satírica en el humor, emocional en los románticos y motivadora en su discurso idealista. Así la he apreciado yo Virgi y la califico de
muy buena y digna de verse. Calificación (****) sobre 5
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